miércoles, 14 de septiembre de 2016

Francis y el mar de Chichiriviche

Francis y el mar

Francis y el mar / PISAPASITO
Francis y el mar / PISAPASITO

Francis Paolucci ama el pueblo de Chichiriviche de Falcón desde que marcó su infancia con el sonido, el movimiento y la levedad del mar. Ahí aprendió a nadar bastante antes que a caminar. Supo que el agua salada le permitía moverse con la agilidad que se le escapaba en tierra firme. En cuanto pudo resolver lo que haría con su vida, entendió que tenía que compartir esa euforia de los fondos marinos. Si ella pudo conseguir la felicidad bajo el agua muchos podrían hacer lo mismo. Solo había que decirles cómo. Así logró que algunos dejaran sus miedos, otros aprendieran a nadar y todos amaran el mar casi tanto como ella, para que lo protejan y lo defiendan de los insensibles y depredadores.

Ha formado grupos para proteger los corales, hace campañas para recoger la basura, conoce a lancheros y vendedores y los convence de cuidar el Parque Nacional Morrocoy, anda por ahí como una especie de alcalde vigilante de los mares y playas. Es admirable su entrega. Es fascinante su agilidad. Es conmovedor su entusiasmo. Y es divertido su glamour. Combina la lycra con chapaletas, máscara, bolso y gorra. Los tiene en todos los colores. La presencia de los azules remueve lo más sublime de su alma. Tiene que lucir su mejor estampa para compartirla con peces y corales.

Un día con Francis. Conocerla es un entusiasmo. Habla sin parar de las bondades del mar. Tomamos el peñero en la marina La Caraquita, en playa Sur, Chichiriviche. Es “Lancha bajo el sol”, de su amigo Víctor Torres. Desde ahí salen paseos a los cayos cercanos (Muerto, Sal, Peraza y Varadero) con tarifas entre 500 y 800 bolívares. A Sombrero y Pescadores son 1.200 bolívares y 1.300 bolívares, respectivamente. Si son paseos largos o cortos de todo un día serán entre 2.500 y 3.500 bolívares. El full day sale por 6.000 bolívares con un máximo de 8 personas por lancha. El refrigerio es asunto personal.

Cayo Muerto es de playa tranquila, poca profundidad, el más cercano, ideal para niños. Sal es el más grande de los que están cerca de Chichiriviche, con iglesia, todos los servicios y perfecto para las bodas. En cayo Peraza solo hay toldos, restaurante en temporada, una barrera de coral linda y viva. Borracho está cerrado al público. Vamos directo a Sombrero donde hacemos dos inmersiones. Nos ponemos máscara, chapaletas, snorkel, protector solar, lycra y seguimos a la eufórica Francis. Nos da algunas explicaciones. Al hundirse ocurre la transformación. Con su perfecta combinación de colores y cámara en mano se hunde ágil y precisa, toma fotos, nada junto a los peces, señala corales, pecesitos, saca estrellas de mar bajo las piedras, las muestra y las coloca de nuevo, aparece en la superficie para respirar, explica los hallazgos e invita a seguir explorando.

Nos muestra cómo han recuperado una barrera de coral y ya aparecen algunos vivos. Solicita ser precavidos con los corales de fuego. Pide no pisar nada. Que levitemos, aprovechando la liviandad del agua salada. Vamos luego en peñero al Bajo de las Estrellas. Su papá –que muchas veces la acompaña al igual que su mamá– baja a buscar las estrellas. Son grandes, sanitas, anaranjadas. No pueden estar afuera más de un minuto y no deben voltearse porque les entra aire y se ahogan. Los peces son los principales depredadores de las estrellas de mar.

Paseo al Refugio de Cuare

Almorzamos algo en los Juancitos que compramos a los vendedores flotantes. Luego nos vamos al Refugio o golfete de Cuare, donde se encuentran cerca de 300 especies de aves, gran cantidad de  mamíferos en peligro de extinción y es una de las principales zonas de humedales de Latinoamérica. Lo primero que nos cuenta Víctor –el guía llanero asimilado al mar– es que los restos de barco hundido que vemos son de La Gaviota, una embarcación que encalló hace unos 90 años, pertenecía a la familia Jurado y venía de Curazao con alimentos y animales. La hélice y lo más vistoso está exhibido en el lobby del Hotel Villa Marina Suites.
Seguimos camino en el peñero para entrar a la Cueva de la Santica o Santuario de la Virgen, en honor a las vírgenes del Valle y del Carmen, cuyas fiestas se celebran el 8 de septiembre con una hermosa, colorida y alegre procesión de pescadores.

Un poco más allá nos bajamos en la Cueva de los Indios. Se supone que por aquí se asentó una vez, hace unos 3.400 años a.C, una pequeña población de indios caquetíos. Se cree que escogieron este lugar para ritos religiosos y que fue un antiguo cementerio. En las paredes hay figuras antropomorfas (humanas), zoomorfas (animales) y litomorfas (insectos), así como abundantes petroglifos. Utilicen las caminerías para que no pisen los corales, eviten tocar los petroglifos para que no se vayan borrando con tanta mano y lean los paneles informativos para que se enteren bien de la historia. Es muy sabroso como lo explica Víctor. Se lo aprendió de memoria.

Regresamos al muelle para caminar por el malecón al final de la tarde, tomar cocadas, comentar el día y rogar para que las autoridades se ocupen de este pueblo de Chichiriviche. Siempre parece que acabara de sufrir un bombardeo. Sin embargo, después de un día con Francis, terminamos consiguiéndole el encanto hasta a los cráteres de cada calle.

Datos vitales
Francis Paolucci
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