La Guardiana de la Hermandad
Autor: Frank Jhonattan Weffer Vásquez
Era una mañana radiante en el pequeño
poblado de Chichiriviche en el Estado Falcón, el canto de las aves cubrían cada
rincón del paisaje, los arboles apenas se agitaban por la tranquilidad del
viento y las aguas de la Bahía lucían como espejo reflejando al inmenso cielo
azul. Como siempre desde muy temprano los habitantes iniciaban con las labores
del día a día la casería, la pesca, la recolección y el trueque eran parte de
las costumbre de aquellos que vivieron y que aun viven entre nosotros, los
Caquetíos, los llamados Hijos del Sol y los primeros en enfrentar con valentía
al imperio español. Todo parecía tranquilo y calmado, pero al otro lado del
poblado en el Golfete de Cuare nadie se imaginaba lo que sucedería ese día.
Dos frentes de batalla de tribus
Caquetías y Ciparicotes alistaban sus arcos, flechas, y lanzas para enfrentarse
entre si y pelear por el territorio. Encontrándose listos ambos frentes en el
Golfete de Cuare. Se dio inicio al conflicto y la violencia se describía en las
teñidas aguas del lago por el derrame de las sangre de los guerreros. Habían
pasado unos pocos minutos cuando de pronto una extraña brisa huracanada y un
ardiente e incandescente sol que parecía precipitarse al lugar detuvo el
sangriento conflicto. Los guerreros con rostros de asombro pero con mucho temor
piensan que es su Dios y que viene a castigarlos por tal situación, algunos
inclinan sus cabezas en señal de respeto y adoración. En un abrir y cerrar de
ojos una mágica luz destellante baja de lo alto y en medio de ella una hermosa
mujer vestida de blanco, camina por la superficie del agua y abriendo sus
brazos, exclama: ¡hijos míos… hermanos de una misma familia, la tierra por el
que están peleando les pertenece a todos juntos con sus riquezas. Ya no habrá
mas conflictos entre ustedes y todo cuanto haya en estas tierras deberán
compartirlas animales del monte, peces, aves, plantas y la rica sal. Hoy como
señal de hermandad me quedare en lo alto de la montaña para bendecirlos con mi
amor de generación en generación y con la sangre de vuestros hermanos marcare
mi lugar como símbolo de nuestra alianza!.
Desde ese momento la hermandad reino
entre los pueblos Caquetíos y el comercio fue prospero. Aun continua la hermosa mujer bendiciéndonos con su amor y
brindando salud desde los alto del Cerro de Chichiriviche y allí estará por
siempre “LA SANTICA”.
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